Halcón era un perro

Mi mascota no era una rapiña. No se a quien se le ocurrió pero le tocó un nombre de ave siendo un perro. Era lo máximo. Realizaba travesias increíbles, de casa en casa, separadas por kilómetros con el solo afán de encontrar en alguna de ellas a sus amos. La casa de mis tíos solía ser un paradero necesario y saciaba ahí la sed provocada por esas largas caminatas diarias que incluían además la visita a sus camaradas en el barrio donde se encontraba otra de nuestras casas. En ninguna de ellas faltaba un balde de agua fresca y un pan dulce llamado "chancay" que le encantaba. Cruzaba la calzada respetando los semáforos, ladraba en las puertas de las casas para anunciar su presencia y no se movía del lugar hasta que le permitieran entrar. En el edifico donde vivíamos, era muy querido y respetado por sus buenos modales: esperaba en la puerta del ascensor hasta que alguien entrara y subía junto con algún vecino al cuarto piso donde vivíamos. Nadie lo adiestró, era innato. Un día, en uno de esos viajes algo ocurrió y jamas regresó. Lloré a mares. Aun lo recuerdo.

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