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Mostrando entradas de febrero, 2008

Cafe con Quilca

No recuerdo el año en que mi padre me hizo conocer Quilca, que en esos tiempos todavía lo escribía con Q. Lo único que recuerdo es que fue entre la tercera y cuarta cuadra que se originó la impronta. Vivíamos cerca al lugar y mi padre además trabajaba a dos cuadras de ahí por lo que supongo ahora, haber recorrido sus calles cientos de veces antes. Pero ahora todos estos detalles se fijaron. Era un restaurant que hasta hoy existe y que no me atrevo a entrar para no destruir el recuerdo, al que acudimos cerca de las cuatro de la tarde, hora habitual para el "lonche" que todavia se disfrutaba en Lima. Nos sentamos y mi padre pidió una taza de leche para mí, además de un pan con queso “laive”. Para él pidió una bebida cuyo nombre no entendí a pesar de lo simple de la frase. A los pocos minutos apareció el mozo con dos jarrones blancos de loza, humeantes. Vació hasta el reborde de mi vaso una leche límpida, blanquísima, hirviendo. Luego en la taza de mi padre, otro liquido extraño